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Despertó un caracol de jade, bajo la
hoja de una enorme helecho, en una mañana grisazulosa y lluviosa, en las profundidades de un bosque jamás
descubierto.
Se escuchaban ecos de truenos
livianos y de incontables gotitas tamborileando monótonas las superficies de
las hojas, ramas y rocas.
Bostezó largo y tendido el
gasterópodo, a la vez que se estiraba lenta y tranquila, muuuuuuy
tranquilamente, fuera de su concha.
- He vuelto a soñar que mi concha era
el mundo y que desprovisto de peso, volaba flotando sutil entre las nebulosas
acuosas que separan y a la vez unen los doce planos de los doce mundos - dijo
el caracol.
Y prosiguió:
- No sé que edad tengo. Paso dormido
la mayor parte del tiempo, que el tiempo ya no tiene significado alguno en mi
entendimiento. Hasta creo ya que soy eterno. He protagonizado toda clase de
seres en esos, mis sueños. Ya he sido todo micro y macro-organismo, insecto y
artrópodo, reptil y mamífero, todo ser anfibio y acuático y aéreo, denso y etéreo, he sido todo símbolo mítico y
místico, fénix, naga y dragón. He sido también todo árbol y planta, y toda gema
y toda roca. He sido hombre, dioses menores y dioses mayores, he sido pues, todo ser sintiente de los siete
reinos percibidos por los sentidos. He sido además meteoro, luna, planeta y
planetoide, sol y galaxia en expansión y contracción. Y hasta he sido - en las
aventuras mentales - hoyo negro devorándolo todo hasta saciar mi hambre
cósmica, reduciéndo a oscuridad absoluta a toda, pero absolutamente toda la
creación.
He tenido incontables formas, rostros
y nombres. Me es indiferente ya un segundo de un minuto, un minuto de un año,
un año de una centuria, una centuria de
un milenio, un milenio de mil eones. Me es exactmente lo mismo lo grande y lo
pequeño, lo mismo un grano de arena que una estrella. Arriba y abajo e izquierda y derecha,
dentro y afuera, son ya la misma cosa, y y todo este soliloquio me da pereza.
El caracol se contrajo lenta, muy
leeeentamente, con pereza y continuó:
Y mira que tener esta miserable
forma. Conozco tantas lenguas y tantos lenguajes, secretos que lograrían crear
un nuevo universo. Un meta-universo en donde todos pudiesen al igual que yo,
cambiar a voluntad de mentes y de cuerpos. La transmigración de las almas sería
una cosa ordenada de juego. Pero heme aquí que en mi
actual y aparente forma definitiva no tengo los medios para plasmar estas
reflexiones. Si fuese hombre tendría manos para escribirlas. Pero... pero...
buaaaah - bostezó nuevamente y con pesadez - es tan temprano, no hay vestigios
del sol, hace frío y hace sueño.
Volvamos a la calidez de nuestra
casaconcha a dormir y a seguir soñando. Mañana será otro cuento.
Y
el caracol se retrajo por completo, retrayendo tras de sí, a todo el bosque,
todo el mundo y el universo circundante con todo y sus más ocultos secretos.
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